domingo, 28 de diciembre de 2008

Recuérdame en el perfume de un jazmín


Viendo una película esta tarde un tropel de recuerdos me llevaron por delante, me atropellaron, me desbarrancaron. Te volví a ver como la última vez que te vi. Lloré. Lloré lágrimas ardientes, de esas lágrimas que queman la piel. En ese instante un flash de lucidez me hizo advertir que nunca te había llorado. Nunca hasta hoy.


Florentino Ariza en su vejez encarnado en Jarvier Bardem es tu figura, tu perfil, tu sonrisa, tu voz resonó en mis oídos mientras te lloraba. Y pensé en cómo la pasión por la literatura nos sigue uniendo. Pensé en lo mágico que fué que justamente el Amor en los tiempos del Cólera te traiga nuevamente a mi vida, justamente en Florentino, el escribiente, el de las cartas de amor, me permita llorarte. Reviví aquella tarde en que te visité y vos confiaste a mis ojos tu cuaderno de poemas y me dijiste que eso era todo lo que quedaba de tu vida, tus palabras engarzadas en poesía, sólo literatura en un cuaderno de tapas azules.


Cuando ella partió y la mezquindad de tus hijas no me permitió despedirme del amor de tu vida me enojé y mucho. Con el tiempo te llamé y te lo reclamé ¿te acordas lo que me dijiste? "Ellas no entienden como nos queremos nosotros". Busqué todas las formas de verte sin despertar sus sospechas. Me hice amiga de tu médico y la magia de la literatura otra vez entró en el juego. Tu médico es escritor! laborioso escritor de a mano, con el tiempo terminé oficiando de secretaria literaria, él producía manuscritos, yo los volvía digitales, los imprimía y los mandaba a los concursos literarios. Nuestro trato era el siguiente: yo no le cobraría por mi trabajo a cambio él debía llamarme por teléfono cuando esté próxima tu partida. Quería darte un último beso.


Fué un sábado a las 9 y cuarto de la mañana cuando tu médico vino a verme, me miró con los ojos llenos de lágrimas y me dijo: -No me llamaron, las guachas no me llamaron! tu abuelo se fué anoche- y la furia no me dejó llorarte, hasta hoy.


Después de ese dia tu médico no me trajo nunca más un manuscrito, seguimos siendo amigos, en invierno tomamos el sol de la mañana charlando en la vereda. No sé qué habrá sido de tu cuaderno de tapas azules.


Hoy te recuerdo en el perfume de un jazmín... mientras te lloro...